Metas. El escuchar a las personas hablar de tantos planes en la vida, tantas cosas que desean hacer, y cómo, cuando no sale como lo planearon, solo queda lamentarse. Hoy escribo desde uno de los temas que más controversia causa en mi mente: las metas, ese deseo ferviente de plasmar un hecho como un logro.
Desde muy niña me he planteado metas. ¿Las he cumplido? Una, dos, tal vez tres… pero me pregunto:
¿Cuál es la meta de la vida?
Pensar que la meta es ser una profesional, tener una casa, un carro, una familia... ¿es eso realmente la meta? Entonces, ¿por qué cuando las personas lo logran no se sienten satisfechas? ¿Por qué, cuando se tiene una profesión, hay quienes deciden abandonarla? ¿Por qué, cuando se construye un matrimonio hermoso, algunas personas deciden romperlo al darse cuenta de que no era lo que creían?
Preguntas que, si las analizas, te llevan a un mismo punto: Tal vez no era su meta. Tal vez la meta cambió.
Cuando decidí escribir sobre esto, me preguntaba: ¿Qué quiero aportar a estas personitas que leen? Medité, escribí, leí, y observé a las personas de mi alrededor y de mi ciudad, buscando respuestas.
¿Qué escribo, pero que sea real?
Un día, mientras volvía de la universidad, me hallaba en el autobús y escuchaba a dos chicas que iban sentadas frente a mí (no me juzguen por oír su conversación). Una de buen parecer, aunque visiblemente cansada, con un abrigo gris. La otra, una chica que, por lo que deduje, trabajaba en un supermercado. Ambas conversaban sobre la típica pregunta que todo ser humano con miedo a estar fracasando en la vida ha escuchado o hecho:
“¿Cómo te ves de aquí a 5 años?”
Por alguna razón, esa pregunta despierta curiosidad. Siempre he sentido que las personas mienten cuando responden. Es que es una pregunta tan… difícil de responder. No tengo palabras exactas para describirlo, pero, ¿cómo es que puedes verte a ti misma en 5 años?
No, claro que no puedes. Solo puedes imaginar lo ideal que quisieras, lo que anhelas ahora, en este momento. Pero las personas están hechas de cambios. Puede que tu meta actual sea leer un libro específico, pero si te da bloqueo lector con ese libro, terminarás cambiando de meta.
¿Me explico?
Mientras escuchaba las respuestas de ambas chicas (que por cierto, no los dejaré con la curiosidad), la chica del abrigo gris dijo: “Trabajando de lo que estudié, en mi apartamento, y viajando, sin hijos.”
La otra respondió: “Yo solo me veo viajando y siendo feliz.”
Dos respuestas distintas, pero que en el fondo se resumen en una sola cosa: paz y libertad.
Me llamó tanto la atención que me cuestioné a mí misma: ¿Qué tendrá de diferente esta chica dentro de 5 años que no tiene ahora? Si ya trabaja… ¿qué puede impedirle ser feliz? ¿Por qué tiene que esperar 5 años para lograrlo?
Pero la pregunta que más rebotó en mi mente fue:
¿Qué es para ella ser feliz?
Y entonces comprendo por qué tantas personas postergan la felicidad. Si te preguntas: “¿Cómo te imaginas dentro de 5 años?”
Estás enfrentándote a ti misma. Estás reconociendo que todavía no eres lo que quieres ser, que necesitas esperar días, meses, años para lograr ciertas metas… y, por tanto, para ser feliz.
¿Pero acaso hay que esperar 5 años para que mágicamente te sientas en paz contigo? ¿Y si en 5 años esa fórmula no funciona? ¿Esperarías 5 años más? ¿Y si tampoco ocurre?
Pasamos la vida pensando:
“Si tuviera eso, sería feliz.”
“Si tuviera una casa, sería completamente feliz.”
“Si pudiera viajar, lo sería.”
Pero eso indica que no somos felices con lo que somos, sino con las circunstancias que soñamos tener.
Y cuando por fin tenemos lo que anhelábamos… ¿acaso la felicidad perdura toda la vida?
He visto personas que decían que serían felices si estuvieran con alguien en específico… y cuando lo logran, la felicidad les dura apenas unos meses. He observado a muchas personas buscando lo mismo: paz y felicidad. Pero les resulta tan difícil hallarlas…
Muchos pasaron años intentando encontrar eso, y no lo lograron. Con esto no digo que no habrá tristeza, al contrario: la tristeza es la raíz que permite que la felicidad florezca dentro de nosotros.
A lo que me refiero es que tal vez hemos confundido el significado de la felicidad, creyéndola algo material, externo, lejano… cuando tal vez es algo mucho más simple:
estar vivos. Respirar. Ver. Caminar. Correr. Escribir. Sentir. Ser.
Y si eso fuera la felicidad…
¿Y si la felicidad no estuviera al final de la meta, sino en cada paso hacia ella?
Hace dos noches pensé:
¿De qué me vale llegar a la meta si llego cansada?
¿De qué sirve llegar si no disfruté el trayecto?
¿Si no me detuve a sonreír con quienes me apoyaron?
¿Si, al final, no me siento satisfecha?
Entonces, ¿de qué me servirá todo, si lo que verdaderamente valía la pena estuvo siempre en el camino, en la carrera… y no lo vi?
Tal vez y solo tal vez, la felicidad no está en tener, sino en sentir y en ser.
Tal vez hemos puesto la mirada donde no era.
Y por eso pasamos la vida buscando algo que siempre estuvo al alcance, pero no lo supimos ver.
Creo que, mientras escribo, me confronto a mí misma. Me he planteado metas, muchas de ellas atadas directamente a la idea de felicidad. Terminar mi carrera, por ejemplo. Hace tres años, esa era mi meta. Y sí, eso incluía la felicidad.
Pero ahora, estando en tercer año, me pregunto:
Solo me queda un año. Un año que siento corto para disfrutarlo. ¿Y si he pasado tres años sin gozar de esta etapa? Tal vez, sí termine la carrera como planeé, pero… ¿Eso me hará feliz? ¿O la felicidad estaba en los años de estudiante, en el presente que no viví? Es impresionante cómo una simple conversación entre dos personas que solo buscan lo mismo, puede llegar tan hondo.
Bueno, deseo cerrar con una conclusión personal, y es que tal vez hemos estado buscando algo que no se encuentra en lo material, ni en las metas, sino más allá. Tal vez hemos limitado la felicidad a un solo momento, cuando en realidad debería estar presente en cada respiro.
La meta no es el inicio de la felicidad. Es solo una señal de que el tiempo de haber sido feliz ha terminado. Y eso son dos cosas muy distintas.
No te conozco, pero espero que mis escritos logren hacerte pensar, aunque sea un poco. Y si logras encontrar la felicidad en lo que eres, no en lo que tienes, encontraste el propósito de esta vida. Ya lograste lo que muchos mueren buscando.
“He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.”
— Jorge Luis Borges
Adiós, chiquis.
Los quiero. Espero que mis palabras sean dignas de entrar en su lista de lecturas y que les roben unos minutos de su valioso tiempo.